Neste 28 de janeiro de 2015, Jose Martí - o Apóstolo da República de Cuba - completaria 162 anos. Em sua homenagem reproduzimos abaixo texto publicado no site do INFOMED - Red de Salud de Cuba (http://www.sld.cu/).
O texto foi escrito pelo Dr. Gregorio Delgado Garcia, médico e historiador de saúde pública.
Fonte: http://www.ensap.sld.cu/?q=catedra_josem-medicina
Martí y la medicina cubana.
RESUMEN
Se expone una breve
relación de la historia de la salud pública cubana durante el período colonial
español como marco histórico al conocimiento de José Martí. Se
destaca las personalidades citadas u omitidas por este en su extensa obra
escrita. Se insiste en su conocimiento de la participación de los médicos en la
guerra independentista de 1868-1878. Se expone finalmente la importancia que Martí le
concedió al papel de los médicos en la última de las guerras independentistas
contra España y su recomendación final, “curar con el milagro del yodo y el del
cariño, que es otro milagro.”
Palabras clave: José Martí,
medicina cubana, historia de la salud pública cubana.
INTRODUCCIÓN
En los primeros
siglos del período colonial ocurren algunos hechos de relevancia en la historia
médica cubana. En 1520 aparece en la Isla la viruela y al año siguiente se
produce una epidemia en La Habana con la que se inicia su larga endemicidad
para constituir desde entonces elfactor epidemiológico de mayor
importancia negativa en el desarrollo económico y social de la Isla.
Un siglo después,
en 1649, procedente de Yucatán llega la fiebre amarilla, enfermedad
infectocontagiosa desconocida para la medicina europea pero no así para los
mayas, la que va a constituir a partir de ese momento el segundo factor
epidemiológico negativo en el desarrollo económico y social de la
colonia.
Por su estratégica
posición geográfica respecto al comercio marítimo español con el continente
americano y dado la gravedad de su cuadro epidemiológico, es que desde 1634
Cuba contó en La Habana con un Tribunal del Real Protomedicato, primera
institución de la organización de la salud pública española, cuando sólo existía
en el continente en las dos ciudades cabeceras de virreinados: México y Lima.
Pero no va a ser
hasta las primeras manifestaciones del despertar de la conciencia nacional en
la clase de hacendados cubanos a finales del siglo XVIII que se encaran estos
dos problemas con criterio verdaderamente científico, tomándose en cuenta toda
su dimensión económica y social. Así la entonces joven Real Sociedad Patriótica
de Amigos del País de La Habana, máxima representación de dicha clase, le
encarga a uno de sus miembros más ilustres, el médico doctorTomás Romay
Chacón (1764-1849), el estudio de las posibilidades de erradicación de
estas dos graves enfermedades endémicas en la Isla.
El doctor Romay realizó
una extensa revisión bibliográfica sobre la fiebre amarilla cuyo informe final
fue leído ante la institución el 5 de abril de 1797 con el título “Disertación
sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente Vómito Negro, enfermedad epidémica
de las Indias Occidentales” y aunque no encontró en la medicina de su tiempo la
solución de tan grave problema epidemiológico, al publicarse dicha monografía
ese propio año, se dio inicio a la bibliografía científica medica cubana y a
una larga tradición de estudios amarílicos en el país, que poco más de ocho
décadas después darían solución a tan compleja problemática médica en los
aportes geniales del doctor Carlos J. Finlay Barrés (1833-
1915).
La opinión
favorable del doctor Romay, leída ante la Real Sociedad en febrero
de 1802, sobre una memoria impresa en Madrid basada en las ideas del genial
médico inglés Edward Jenner(1749-1823) sobre el uso y propagación
de la vacuna, determinó activas gestiones del médico cubano que condujeron en
1804 al comienzo de la vacunación antivariólica en Cuba, antes del arribo de la
expedición del cirujano Francisco Xavier de Balmis (1743-1819)
que desde España la conducía a América, y a la fundación por la Real Sociedad
ese mismo año de la Junta Central de Vacunación en La Habana, que llegó a tener
vacunadores en toda la isla, para lograr controlar la enfermedad de una forma
increíble en la época y constituir esta verdadera epopeya el origen de la
medicina preventiva en el continente.
El movimiento
científico que tiene su iniciador y propulsor en el doctor Romay no
sólo da nacimiento a la bibliografía médica cubana sino también a adelantos de
tanta importancia como el inicio de la disección anatómica en Cuba en el
Hospital Militar de “San Ambrosio”, fuera de la Facultad de Medicina de la
Universidad de La Habana, sumida aún en la escolástica medieval; a la practica
y enseñanza de grandes intervenciones quirúrgicas y de la clínica médica en el
propio hospital; la fundación en 1824 de una cátedra de cirugía en la
Universidad de La Habana por el doctor Fernando González delValle
Cañizo (1803-1899); la introducción de la anestesia quirúrgica por los
doctores Vicente Antonio deCastro Bermúdez (1809-1869)
y Nicolás J. Gutiérrez Hernández (1800-1890) y el contacto con
la medicina francesa a través del viaje de estudios del doctor Gutiérrez,
quien además funda la prensa médica en Cuba (1840) con el “Repertorio Médico
Habanero.”
En medio de este
alentador avance de las ciencias médicas, principalmente en La Habana, hace su
entrada en el cuadro epidemiológico, como tercer factor negativo de
importancia, el cólera (1833), para causar en cuatro meses, solamente en la
capital, casi 10 000 víctimas fatales, entre ellas el administrador apostólico
del Obispado de La Habana don Pedro Varela Jiménez (¿-1833),
Arzobispo de Santo Domingo; el famoso pintor francésJuan Bautista Vermay deBeaumé (1784-1833),
autor de los cuadros históricos del Templete y la hija primogénita del doctor Romay,
sobre cuya muerte escribiera don José de la Luz y Caballero (1800-1862)
un emotivo artículo titulado “Una lágrima.”
Sobre esta primera
irrupción de tan grave epidemia en la isla publicó José Antonio Saco
López(1797-1879), sin ser médico, uno de los estudios de medicina social
más acabado producido en Cuba en el siglo XIX “Carta sobre el cólera morbo
asiático” y el narrador y poeta Ramón de Palma y Romay (1812-1860),
sobrino del médico insigne, la novela corta “El cólera en La Habana” y el poema
“El cólera morbo en 1833.” Esto desde luego sin incluir la numerosa
bibliografía médica entre la que se destaca “Memoria histórica. Del cólera
morbo en La Habana” de los doctoresNicolás J. Gutiérrez yAgustín
Encinoso de Abreu y Reyes Gavilán (1798-1854),
una de las mejores monografías médicas publicada en Cuba en todos los tiempos.
Como consecuencia
de la llegada del cólera se reestructura la organización de la salud pública
colonial, con la sustitución del Real Tribunal del Protomedicato por las Juntas
Superiores Gubernativas de Medicina y Cirugía y de Farmacia; se crean las
Juntas de Beneficencia y Caridad y se extienden las de Sanidad a toda la Isla.
Unos años más tarde se lleva a cabo la gran reforma universitaria de 1842, que
saca culturalmente a esta institución, principalmente su Facultad Mayor de
Medicina, de la Edad Media , para colocarla en el siglo XIX y en 1861 funda el
doctor Nicolás J. Gutiérrez la Real Academia de Ciencias
Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
Menos de una década
después, el 10 de octubre de 1868, comienza la primera de las guerras
independentistas contra España y con ella también la épica de la medicina
cubana. El incendio de Bayamo se origina en la farmacia del licenciado don Pedro
Maceo Infante (¿-1873), fundador y primer jefe de la sanidad militar
mambisa y entre los protestantes de Baragua como figura relevante se encontrará
el médico y general de brigada Félix Figueredo Díaz (1829?-1892).
Se exacerban todas
las enfermedades infectocontagiosas pero principalmente los tres grandes
problemas del cuadro epidemiológico colonial cubano. Algún día en páginas más
serenas que estas, habrá que estudiar imitando un poco a don Fernando
Ortiz Fernández (1881-1969), el sabio etnólogo e historiador, el
contrapunteo cubano, fundamentalmente, entre la viruela y la fiebre amarilla.
Los profesionales
cubanos de la salud desarrollaron en esta epopeya bélica no sólo un
extraordinario papel en la curación de heridos de guerra con recursos
terapéuticos y condiciones quirúrgicas más que insuficientes, sino también ante
la hecatombe epidemiológica que acarreó la contienda, sin dejar por ello de
destacarse como valientes soldados: alcanzaron las estrellas de general seis
médicos, dos farmacéuticos y un dentista y murieron en campaña o fueron
fusilados trece médicos, seis farmacéuticos y tres dentistas, pero la página
más triste y conmovedora del martirologio cubano se escribió con el
fusilamiento de los ocho estudiantes del primer año de la carrera de medicina
el 27 de noviembre de 1871.
En la etapa entre
guerras, conocida como de “tregua fecunda”, el regreso de los médicos emigrados
y de los estudiantes que se vieron obligados a completar sus carreras,
principalmente en España y Francia, trae al país un resurgir de las ciencias
médicas que se manifestara en la fundación de las cuatro primeras sociedades
científicas: la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba por el doctor Luis
Montané Dardé (1849-1936), la Sociedad Odontológica por el doctorFrancisco
Justiniani Chacón, la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana por
el doctor Serafín Gallardo Alcalde (1834-1880) y la Sociedad
de Higiene de La Habana por el doctor Manuel Delfín Zamora (1849-1921);
la revitalización de las dos más importantes revistas médicas cubanas, “Anales
de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana” y
“Crónica Médico Quirúrgica de La Habana”, esta última fundada y dirigida por el
doctor Juan Santos Fernández yHernández (1847-1922),
amigo íntimo de Martí y la fundación de “Archivos de la
Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana”; la continuación de “Tablas
Obituarias” del doctorAmbrosio González delValle Cañizo (1822-1913),
importante publicación bioestadística muy estimada dentro y fuera de Cuba; la
fundación de los primeros laboratorios de investigaciones médicas,
principalmente el laboratorio Histo-químico-bacteriológico e Instituto
Antirábico de la Crónica Médica Quirúrgica de La Habana del doctor Juan
Santos Fernández, donde se inician formalmente los estudios
microbiológicos en Cuba
El vertiginoso
ascenso del doctor Joaquín Albarrán Domínguez (1860-1912) en
la medicina francesa hasta llegar al profesorado en 1892, la celebración del
primer congreso médico en el país (1890), el control nuevamente de la viruela y
la erradicación del cólera; pero sobre todo que se lleva a cabo el más
importante aporte hecho por un cubano a las ciencias médicas mundiales, el
descubrimiento de la teoría metaxénica del contagio de enfermedades infecciosas
o del agente biológico intermediario, con su demostración específica en la
fiebre amarilla, presentado por el doctor Carlos J. Finlay Barrés ante
la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana el 14 de
agosto de 1881 con el título de “El mosquito hipotéticamente considerado como
agente de transmisión de la fiebre amarilla.”
Con este trascendental
descubrimiento se le daba solución al tercer gran problema del cuadro
epidemiológico colonial cubano que no había podido ser erradicado o controlado
y ni siquiera disminuida su morbilidad y mortalidad en el país. La no
aplicación por las autoridades españolas de las medidas profilácticas
recomendadas por el doctor Finlay, privó a la medicina cubana de la
gloria de haber realizado la prueba de campo diez años antes de cuando se
aplicó y se hubiera evitado la intervención de elementos foráneos con bajas
intensiones políticas, en un marco histórico muy desfavorable para los
científicos nacionales.
La teoría
finlaista, sin embargo, fue muy conocida de los médicos cubanos, para
combatirla o aceptarla y de numerosos investigadores extranjeros, principalmente
norteamericanos y franceses, hasta merecer ser comentada ampliamente, como
otros trabajos del sabio cubano, por la más alta autoridad mundial de la época
en fiebre amarilla, el doctor Louis J. Béranger-Ferauden su clásico
libro “Teoría y clínica de la fiebre amarilla” publicado en París en 1890.
José Martí que salió
deportado de Cuba el 15 de enero de 1871 faltándole unos días para cumplir los
diecinueve años de edad y que con posterioridad solamente viviría en La Habana
del 6 de enero al 24 de febrero de 1877, en forma secreta y del 31 de agosto de
1878 al 25 de septiembre de 1879, en que fue deportado nuevamente a España,1 no
tuvo tiempo ni tranquilidad suficiente para ponerse en contacto con las
publicaciones médicas cubanas y a pesar de haber vivido en esos breves lapsos
muy estrechamente unido al doctor Fermín Valdés-Domínguez Quintanó(1853-1910),
su amigo del alma, no es posible creer que conociera en toda su importancia el
devenir histórico médico cubano, aunque sí a muchas de sus grandes figuras, llevado
por esa insaciable curiosidad por todo lo cubano de que siempre dio muestras.
En su extensísima
obra escrita, aunque se sabe que la totalidad de los conocimientos de un hombre
no están contenidos en sus escritos, solamente aparece una referencia sobre el
doctorRomay y ella en un breve apunte posiblemente hecho para un
artículo que nunca escribió, en el que lo incluye entre otros nueve cubanos, a
quienes calificó de hombres distinguidos. Aunque muy escueto, el apunte permite
saber su alta valoración del médico, pues inicia la lista con su nombre y
después le siguen nada menos que los de Manuel de Zequeira yArango (1764-1846),José
Agustín Caballero Rodríguez de la Barrera(1762-1835), el
presbítero Francisco Ruiz (1797?-1857), Félix Varela
Morales (1787-1853), José de la Luzy Caballero,
José Agustín Govantes Gómez (1796-1844), Nicolás M. Escobedo
Rivero (1795-1840), Francisco Arango yParreño(1765-1837)
yJosé Arango Núñez del Castillo (1765-1851).2
A pesar de su
extraordinaria importancia cultural y científica en Cuba y de haber sido
contemporáneos no mencionó nunca Martí en sus escritos al
doctor Nicolás J. Gutiérrez, ni a los médicosGonzález del
Valle, sobre todo a Fernando yAmbrosio y
de la familia únicamente al malogrado filósofo y novelista José Zacarías (1820-1851),3
tampoco al enciclopedista AntoniodeGordon Acosta (1848-1917),
por citar algunos; ni instituciones de tanta trascendencia como la Real
Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, la Sociedad
Antropológica de la Isla de Cuba o la Sociedad de Estudios Clínicos de La
Habana, ni ninguna publicación periódica médica cubana.
Pero sobre todo, ha
llamado siempre la atención su silencio sobre el doctor Finlay. A
parte de la real imposibilidad de conocer Martí la
bibliografía médica cubana, por haber vivido la mayor parte de su vida de
adulto en tierras extranjeras, hay en su desconocimiento de la obra de Finlay
culpa de alguien, se le podría achacar al doctor Valdés-Domínguez.
De la importancia
de este verdadero hermano de Martí en el campo de la medicina
cubana se ha escrito poco, quizás el autor ha sido el único que lo ha situado
con sobradas razones, como precursor en Cuba de la medicina del trabajo y la
sanidad vegetal, así como entre los primeros en divulgar la teoría microbiana
del origen de las enfermedades infecciosas, de Louis Pasteur (1822-1895),
cuando otros la negaban o la desconocían. Por todo ello y por haber pertenecido
con el sabio cubano a las sociedades Antropológica y de Estudios Clínicos y de estar
en contacto con las principales publicaciones médicas cubanas, Valdés-Domínguez conocía
perfectamente la teoría finlaista y estaba especialmente preparado para
comprender su veracidad y trascendencia y bien pudo haberla comentado con Martí en
su permanente correspondencia.
Pero si esto
pudiera ser cierto, mucho más lo es que del brazo de Valdés-Domínguez entró
el Apóstol de la Independencia Cubana en nuestra historia médica al luchar
juntos por la reivindicación de la memoria de los estudiantes de medicina
fusilados en 1871 y por la exaltación de este hecho histórico hasta darle su
verdadera dimensión como factor de capital importancia en la consolidación de
la conciencia nacional cubana.
Las publicaciones
en Madrid de “El presidio político en Cuba” en 1871 por Martí y
de “Los voluntarios de La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de
medicina” en 1873 porValdés-Domínguez, obedecieron al mismo objetivo
estratégico martiano de la denuncia testimonial y dramática, en pleno corazón
de la metrópoli, de crímenes monstruosos del gobierno colonial español en la
isla, escritas en primera persona por quienes los habían vivido y sufrido en
carne propia. Sus estilos literarios son tan parecidos que se puede decir que
fue Valdés-Domínguez el primer escritor influido decisiva y
permanentemente por la vigorosa prosa martiana. En las ocho ediciones del libro
del médico revolucionario ha aparecido siempre epilogándolo el inmortal poema
épico- elegíaco de Martí “A mis hermanos muertos el 27 de
noviembre” publicado por primera vez en 1872.
De otras grandes
figuras de la medicina cubana escribió nuestro Héroe Nacional. A manera de
ejemplo sólo se citaran algunas. Del sabio polígrafo, médico eminente y poeta Ramón
Zambrana Valdés (1817-1866) lo hizo siempre con profunda emoción. Al
doctor Juan Santos Fernándezpara agradecer que operara de cataratas
a su madre le envió una emotiva carta, verdadera joya del género epistolar, en
la que en breves palabras ha dejado una vívida imagen de la sensibilidad humana
del amigo eminente.4 En 1894 calificó al doctor Joaquín Albarrán como
“de lo mas valioso de nuestra gente en París”3 y del académico doctor Ramón
L. Miranda Torres (1836-1910), su médico y colaborador revolucionario,
entre muchas referencias, comentó brevemente su original monografía “Aguas
minero-medicinales de Saratoga”, cuya segunda edición publicada en New York en
1891 tuvo oportunidad de leer.4
Pero lo que si
conoció Martí a fondo fue la participación de los médicos
cubanos en la Guerra de los Diez Años. Por eso pudo escribir sobre la muerte
heroica del doctor Sebastián Amabile Correa(1845-1869) “llame vil
al que no llore por su Sebastián Amabile”;3 del doctor Eduardo
Agramonte Piña (1849-1872), general muerto en combate, entre otras,
escribió estas lapidarias palabras “¿Debemos merecer la pregunta que Eduardo
Agramonte hizo a sus amigos del Camaguey al volver de Barcelona? ¿Y que han
hecho en estos diecisiete años?”;5 de Honorato del Castillo
Cancio (1836-1869), constituyente de Guaimaro y general muerto en
combate que “venía a levantar la ley sin la que las guerras paran en abuso, o
derrota o deshonor, y a volverse al combate, austero e impetuoso, bello por
dentro, corto de figura, de alma clara y sobria”;6 deAntonio Lorda y Ortegosa (1845-1870)
también constituyente de Guaimaro y mayor general “en quien el obstáculo de la
obesidad hacía más admirable la bravura y la constancia era igual a la
llaneza.”6
Con los errores
ajenos siempre generoso, al mencionar al doctor Serapio Arteaga yQuesada(1841-1888),
general que se presentó al enemigo por desavenencias de grupos, pero que llegó
a ser el más eminente obstetra cubano del siglo XIX, escribió “de quien no
debemos recordar en público el error”7 y al hablar del comportamiento del hijo
también médico notable, el doctor Julio F. Arteaga Quesada (1876-1923),
diría “que el pecado del padre hace mas vivo el patriotismo del hijo”;7 de la
controvertida figura del doctor Miguel Bravo Sentiés (1834-1881),
general, Secretario de Estado, diputado por Oriente a la Cámara de
Representantes y consejero áulico del mayor general Vicente García
González (1833-1886) en la rebelión de Lagunas de Varona, diría Martíque
fue censurado agriamente por el generalísimo Máximo Gómez Báez (1836-1905)8
y también recogió en sus escritos las desavenencias entre este último y el
doctor Félix Figueredo Díazcuando el intento de dictadura del mayor
general Donato Mármol Tamayo (1843-1870) y el calificativo que
ambos se prodigaron: víbora.8
Y precisamente por
poseer ese conocimiento detallado y por encima de virtudes y defectos
individuales supo valorar como nadie que la función del médico en la sociedad
lo convertía en el conspirador ideal por la independencia de Cuba y situaba su
papel de capital importancia en la revolución que se preparaba.
Por eso le diría al doctor Martín L. Marrero Rodríguez (1859-1943) a finales de 1893 en Cayo Hueso: “Los médicos son los mas apropiados, y por lo tanto, serán los mejores delegados. Sus pasos en ninguna hora, ni en ninguna parte llaman la atención: siempre son bien recibidos. Todos le deben algo: unos la vida, otros dinero. El médico es quien mejor conoce los secretos de todos: por eso esta será la revolución de los médicos.”9
Por eso le diría al doctor Martín L. Marrero Rodríguez (1859-1943) a finales de 1893 en Cayo Hueso: “Los médicos son los mas apropiados, y por lo tanto, serán los mejores delegados. Sus pasos en ninguna hora, ni en ninguna parte llaman la atención: siempre son bien recibidos. Todos le deben algo: unos la vida, otros dinero. El médico es quien mejor conoce los secretos de todos: por eso esta será la revolución de los médicos.”9
Que lo dicho por el
Maestro al doctor Marrero no fue una frase halagadora y sí
toda una estrategia que venía desarrollando, lo asevera el hecho de que al
enviar a Cuba en agosto de 1892 al comandante de la Guerra de los Diez Años Gerardo
Castellano Lleonart (1843-1923) como Comisionado Especial del Delegado
del Partido Revolucionario Cubano a entrevistarse a través de toda la Isla con
las personas más significativas como posibles futuros jefes de la Revolución y
preparar el alzamiento en armas en todo el país, lo hizo el oficial mambí con
los siguientes médicos:10 en La Habana, con el estudiante de medicina Raimundo
Sánchez Valdivia (1865-1928), hermano del heroico mayor general Serafín
Sánchez Valdivia (1846-1896).
En Matanzas con el
propio doctor Martín Marrero. En Cárdenas con el doctor Daniel
Gutiérrez Quirós (1849-1910), capitán en la Guerra de los Diez Años e
hijo del famoso constituyente de Guaimaro y diputado a la Cámara de
Representantes Miguel Gerónimo Gutiérrez HurtadodeMendoza (1822-1870)
y con el doctorDionisio Sáez García (1826-1898).
En Santo Domingo,
Las Villas, con el doctor Ricardo Pocurull yOña (1861-1896),
muerto después en la guerra y con el doctor Piña. En Santa Isabel
de las Lajas con el ilustre higienista doctorEnrique B. Barnet yRoque deEscobar (1855-1916),
que sería en el futuro uno de los fundadores de la sanidad cubana en la
República y con el más tarde coronel mutilado de la Guerra del 95, doctor Agustín
Cruz González (1870-1952). En Sancti Spíritus con el culto doctor Sebastián
Cuervo Serrano (1847-1929), comandante y médico del generalísimo Máximo
Gómez.
En Camagüey con el
doctorEmilio Lorenzo-Luaces eIraola (¿-1910), hermano
del médico héroe y mártir de la Guerra de los Diez Años coronel doctor Antonio
Lorenzo-Luaces eIraola (1842-1875), de quien dijera Máximo
Gómez, tan parco en elogios, estas cuatro palabras: “valiente a toda
prueba.”11 En Manzanillo con el doctor Federico Inchaustegui y Cabrera (1838-1895),
coronel del 68 y en Baracoa con el doctorFermín Valdés-Domínguez.
La muerte prematura
de Martí en combate, el 19 de mayo de 1895, le impidió
comprobar lo acertado de sus palabras al doctor Marrero sobre
la confianza que tenía en la importancia del aporte de los médicos cubanos a la
causa independentista. Catorce de ellos encontraron la muerte en las filas del
Ejército Libertador, once alcanzaron las estrellas de general, ocho fueron
constituyentes de Jimaguayú y de la Yaya, cinco, miembros del Consejo de
Gobierno de la República en Armas y catorce, miembros de la Asamblea de
Representantes del Ejército Libertador.
Con los pocos
recursos que siempre contaron, dos jóvenes profesores de la Facultad de
Medicina de la Universidad de La Habana, entre otros, hicieron verdaderas
proezas en la cirugía de campaña, que hoy despiertan la mayor admiración en los
estudiosos de la historia médica militar cubana: los coroneles doctores Francisco
Domínguez Roldán (1864-1942) y Enrique NúñezdeVillavicencio
Palomino (1872-1916) y en la retaguardia de la emigración operando a
los que se sacaban de la Isla, el Maestro de la cirugía cubana, el también
profesor universitario doctorRaimundo G. Menocal yG. Menocal (1856-1917).
Y el propio Martí que
vivió en su etapa universitaria española tan estrechamente unido a estudiantes
de medicina y que logró adquirir conocimientos teóricos en algunas de sus
ramas, en los pocos días que estuvo en la guerra se desdobló en funciones de
médico, obligado por la necesidad y el historiador doctor Néstor
Carbonell Rivero (1883-1966) en su libro “Martí. Carne y espíritu”,
hilvanó con las propias palabras de Martí un relato conmovedor
de sus actividades como tal en campaña:
Y cuando dieron la
orden de descansar y se tendieron las hamacas, yo, primero que dormir o
reposar, hurgué en mi jolongo y saqué de él medicina. A uno, que del jugo del
tabaco, de apretar tanto el cabo en la boca, se le habían desprendido los
dientes, le di a beber un sorbo de Marrasquino. Y cuando llegó el agua fresca,
con Paquito Borrero, de tierna ayuda, me puse a curar de un soldado la herida
narigona. La bala le había entrado por el pecho y salido por la espalda. En una
de las bocas, la de entrada, le cabía un dedal: en la otra la de salida, una
avellana. Se la lavé y le aplique yodoformo y algodón fenicado. Habilidades de
médico me habían salido, y por piedad y por casualidad, se me habían juntado al
bagaje mas medicinas que ropa- y no para mí por cierto, pues nunca me sentí mas
sano, sino para los demás. Y en las curas tuve algunos aciertos por lo que gané
un poco de reputación, sin mas que llevar conmigo el milagro del yodo, y el del
cariño, que es otro milagro […]”12
Al final de su
existencia, en las últimas páginas de su extraordinaria obra escrita dejaba a
todos los médicos cubanos una máxima recomendación: curar con el milagro del
yodo, que quiere decir con la mejor medicina y con el cariño, la más alta
expresión de la sensibilidad humana.
SUMMARY
Martí and the Cuban medicine
A brief account of the history of the Cuban public health during the
colonial times as a historical frame to approach José Martí was set forth. The
personalities that Martí quoted or omitted in his extensive writen works were
underlined. It was insisted on the fact that he knew about the participation of
Cuban physicians in 1868-1878 independence war. Finally, the importance that
Martí attached to the role of physicians in the last independence war against
Spain as well as his final recommendation "to cure with the miracle of
iodine and of tenderness that is indeed another miracle".
Key words: José Martí, Cuban
medicine, Cuban public health history.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
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Quesada Miranda G, Castañeda Escarra O. Fechas Martianas. La Habana: Ed.
Patria;1960.
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Martí Pérez J. Obras Completas.T2. La Habana: Editorial Nacional de
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Martí Pérez J. Obras Completas. T1. La Habana: Editorial Nacional de
Cuba;1963.
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Editorial Nacional de Cuba;1964.
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Quesada Miranda G. Anecdotario Martiano. La Habana: Ed. Patria;1948.
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Misión a Cuba. La Habana: Imp. Alfa;1944.
11. Roa Gali R. Con la
pluma y el machete.T1. La Habana: Acad. Hist.;1950.
12. Carbonell Rivero N.
Martí. Carne y espíritu. T2. La Habana: Imp. Seoane, Fernández y Cía.;1952.
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